Toca labor redifusora, que vengo de la campana y me he enterado de una grata experiencia que tuvo una lectora de Escolar:
"Tú no pasas"
Después de pasar por el Hernán Cortés a buscar a unos amigos, decidimos ir a la sala Cool, calle Isabel La Católica número 6, al Stardust. Nunca me ha gustado demasiado ese sitio, pero según está el asunto en Madrid, es la opción más barata para un viernes por la noche.
Tras esperar la cola que, gracias a Dios, no era insoportable, pasaron dentro mis amigos españoles. Yo hice lo mismo. Pero cuando me giré para buscar con la mirada a Vaneet, se encontraba clavado al lado del gorila de la puerta. “No podemos entrar, no sé qué ocurre”, me dijo mi novio, colombiano, desde la calle. Pregunté a los seguratas de dentro qué era lo que estaba sucediendo. Me contestaron que si quería irme, me devolvían el dinero. Lo hice. El tipo que le negó la entrada a Vaneet tampoco supo explicarme por qué mi amigo no podía acceder a la sala. “No es apto para entrar” fue su única respuesta.
Fue entonces cuando me di cuenta de que Vaneet iba pulcramente vestido. Una planchadísima camisa azul, pantalones beige y sandalias de tiras, bonitas, elegantes. Y fue entonces también cuando me percaté del color de su piel, de sus rasgos. Lo mismo debió ocurrirle al puerta del Sturdust, que con malos modos le pidió la identificación. Parece ser que ni siquiera confió en que su NIE fuera legal, pero cuando vio el lugar de nacimiento no dudó: “No eres apto para entrar en este local”, le dijo a él también.
Me enfadé. Mucho. Me enrabieté. Grité. Agarré a Vaneet de la mano y enfrente de la cola, con toda la fuerza de mi voz, conté a los que esperaban lo sucedido. “Él es mi amigo, es de La India. No le dejan acceder a la sala por su nacionalidad. ¿Tiene pinta de peligroso? No, simplemente es moreno”. Algunos aplaudieron, otros rieron, alguien me llamó Juana de Arco. Un ‘gafapasta’ me gritó desde el principio de la fila que dejase a los de seguridad hacer su trabajo, “algo habrá hecho tu amigo”. Ese comentario me cabreó todavía más. Aunque lo peor de todo es que nadie se movió de la fila, ni siquiera los que me daban la razón con movimientos de cabeza y gestos de complicidad.
Avisé a los puertas de que era periodista. Les amenacé con contar a toda la gente que conozco en los medios lo sucedido. Mis palabras les provocaron una carcajada sincronizada. Uno de ellos sólo supo repetirme por lo bajo una y otra vez “eres una gorda, eres una gorda”. No entendí esa reacción, supongo que sus mentes obtusas buscaban una provocación con esas palabras.
(Irene Serrano, lectora)
Sala Cool, calle Isabel La Católica número 6, también conocida como Stardust
Hijos de puta, hay que decirlo mucho más.