16 nov 2022

Autodidactas del XXI.

 La hipocondría de padre y su automedicación excesiva, que siempre gozó de buena salud, salvando el desgaste del curro y el nervio ciático dando lata. Y al lado el estoicismo autodestructivo y austero de madre, que no iba casi nunca al médico y hubo que llevarla, al final.

Dos intereses, uno convertido en afición que va para décadas. Este último la navegación por el hipertexto. El primero la Ciencia Médica. Mala combinación para los profanos en el método científico y desconocedores de la falta de rigor en la Red de redes, si tampoco media el sentido común en forma de pensamiento crítico que ponga en duda lo que lees cuando no se conoce bien la fuente de la información. Catastrófica si además de eso se suma a todo ello la aparición de la enfermedad, en un contexto temporal en el que puedes auto diagnosticarte on line y también hacerte milmillonario honradamente sin dar palo al agua... 

(Nótese la ironía de la cantidad de cosas que pueden hacerse on line, como vector además de una visión tragicómica y corrosiva de la que suscribe el post acerca de la utilidad de las rrss para cohesión de las izquierdas. Pero hay que volver al tono chungo del post, que lo tiene muy marcado porque la anécdota transversal es real).

Y verás venir a gente acrítica a decirte que en la red no todo es lo que parece a la vez que te recomienda el árbol del té para los piojos de los chinis porque ha leído en Interné que es infalible...

Señora o lo que sea, llévame pronto... ains.

Escuchando a un cómico en una entrevista, asiento con convicción cuando habla del humor negro y de los limites de la ofensa para hacer comedia. Dice que acumular pérdidas y traumas te da una autoridad para reírte de ellos que no tienen quienes no cuentan con ese bagaje en la mochila. Completamente de acuerdo con él, esto lo aplico a todos los ámbitos en la vida, no solamente al del humor. Pero es que además, como destinatarios del chiste, los traumados ríen más y mejor, qué coño. Tenemos la desgracia de entender mejor la coda. O la suerte, según cómo se mire...

Y así, por esta vía que transito sobre las relaciones humanas en red, llegar a ver las consecuencias en forma de conflictos. Entre mareas gruesas de prejuicios y autodidactismo sobre las cosas que aparecen ante nuestros ojos y no entendemos. Googlea, busca, que encontrarás...

Pero el qué encontrarás. Muchas voces, términos, métodos, memes, clickbait, spam, publicidad maliciosa. O lo que es peor: coaching y estafas piramidales sustentadas en el pensamiento positivo. Ese que pareciera que te va a poner a salvo de las consecuencias fatales que tiene dejarse llevar por las emociones positivas y negar que están las chungas.

Información sin organización y criterio, no sirve, es ruido. Ruido ensordecedor que te distancia del autoconocimiento.

Escribe. Ya. Pero sin perder tiempo ni poner excusas. Opta a la edición o no, pero junta letras y palabras sin parar, páginas e historias. Están en tu cabeza, tu alma apremia porque les des salida.

Salta porque la catatonia fue el aviso. Aquella vez fue la primera, un síntoma grave, depresión mayor e ideación suicida. Todo eso provocó ese antro de vanidades. Las mambitas no tenían ni los siete, se asustaron mucho.

Nadie sabe el extremo de crueldad al que llegaron, pero hay alguien, la persona más miserable de todas, que supo el motivo de aquel derrumbe, que no olvidarás. Por fortuna la buena memoria también sirve para establecer las líneas infranqueables. Los anclajes.

Las puertas a las que jamás volverás, donde nunca irás a tocar, pues al otro lado se vive sin escrúpulos.


Así que abre la página del procesador y la puerta a los alisios. Renueva el aire, no temas al dolor del amor.