Te asusta ese lado. El que se inclina por escalar el drama, con pensamientos que rondan hipótesis de ausencia. Tratar de domarlo es enfrentar la existencia de esa posibilidad. Qué hacer. Prepararlas. Acolchar los golpes venideros. Al lío, no hay tiempo que perder...
Porque las propias divagaciones sobre lo venidero son a veces una pérdida de tiempo. Quizá no. Quizá sea necesario masticar hasta sentir náuseas. Sentir ese ya conocido patetismo vital en las carnes, la autocompasión tramposa y egoísta. Oscar Camps, siempre, cuando tengas la más mínima tentación. El Open Arms con bandera inglesa. Héroes son los que tienen en tan alta consideración la vida que hacen lo que sea necesario para poner la suya a salvo. Echarse al océano.
Y así será siempre mientras mueran personas en el mar huyendo también de la muerte a sus espaldas. Cero derecho a rendirte. Al fin y al cabo escogiste tu camino, pero tu cuna era próspera, con todos los peros que quieras y puedas ponerla. La isla te acogió, no hay trampa ni cartón, es tu medio desde hace mucho.
La incertidumbre te asalta cada vez que te pones al volante de camino al curro. Poco más de veinte minutos, pero en unas vías atestadas por el turismo y con un diverso abanico de maneras de manejar los carros expuestos, ocupados por personas que juegan a diario a la ruleta de la tasa mortal de accidentes de tráfico. Denso. Con peligrosos puntos negros, de obsoleto trazado y sencilla solución, que nunca llega...
Más y más coches. Adelantamientos alternando con embotellamientos inevitables, tándem temerario donde los haya, en una isla con autovía al sur de dos carriles. Bueno. Tramo de autovía de la risa, para salir de la capital y el aeropuerto. Y gracias. Y otro tramo que se ensancha hasta cuatro carriles circunvalando la capital, también, pero hacia el norte. Para que vayas al Ikea y al Lidl con comodidad.
El escandaloso derroche y ataque al medio ambiente que es el resort. De lo que no querías participar, ahí estás. Pero no pasarás ni una y el plazo de los tres meses para hacer cosas está superado.
Lo llevas en la sangre, las largas ya ni te afectan.
Son las distancias cortas, las que te asustan más.
Que no se te peguen al culo en carretera, grabado a fuego aquel alcance.