11 ene 2021

Verosimilitud.

 Son las 4:00 am. Me quedé dormida viendo las noticias a eso de las 23:40, algo antes de que regresara Flor D. del curro. Me desperté a eso de las 2 de la madrugada. Y hasta ahora, que se ha puesto otra vez a llover y no consigo conciliar el sueño de nuevo.
Así empezó el insomnio hace un par de años, cuando se volvió insidioso. Caía rendida, igual incluso antes de la hora de hoy, acostando a mis hijas y dormida con ellas en sus camas.
Despertar a la una o las dos de la madrugada y no poder volver a dormir.

Los primeros antidepresivos que me pautaron lo empeoraron mucho. En 2019 tuve épocas en las que dormía 4 horas, en 72 que tienen tres días, en lugar de 24 totales con sus 8 horas cada noche. Entonces acumulaba horas de cansancio hasta llegar el finde y pegar una maratón de sueño, cuando podía. Los motivos de por qué a veces no podía, ya no los voy a tocar. He sido muy infeliz en el último año de convivencia y solo quiero echar un manto sobre lo malo y que en el balance pese todo lo bueno, que es muchísimo. Pero no es fácil, es una lucha diaria, con los recuerdos dolorosos y frescos aún.

Cómo yo me siento de plena, a pesar de mi precariedad y de estar en la etapa más dura de mi vida económicamente, en lo personal, haciendo saldo y viendo la edad que tengo, lo sé yo mejor que nadie cuando arropo a mis hijas por la noche y les susurro un "te quiero", mientras las beso. Hoy una de ellas no estaba del todo dormida y ha contestado "y yo también a ti, mami". Y es una inundación tan grande en el pecho que solo puedo pensar en que hago lo correcto, cuando día a día yo estoy mejor y las amo más y mejor. Trato de enseñarles esto de caminar por la vida, lo que se irán encontrando, las normas sociales y las otras más importantes: las de convivencia y respeto por los demás. Pero con mimos, amor, música, risa, baile. A ser posible. Yo siempre he sabido perfectamente y por mi propia experiencia que, si la madre está bien, los hijos lo estarán con mayor probabilidad. Lo ideal es que ambos progenitores o cuidadores o quien ejerza la tutoría de menores, sean personas sanas, no solo para criar a la infancia, sino en general para cualquier situación en la que exista una dependencia de unos seres humanos que necesitan de otros para ciertas funciones vitales. Obviamente personas sanas física y psicológicamente, para realizar esos cuidados. Sin desequilibrios emocionales que favorezcan la aparición del estrés o los sentimientos de culpa o desbordamiento por el cansancio, situaciones que son una realidad, en muchos hogares con menores o personas dependientes. Quien cuida tiene que estar en condiciones óptimas para hacerlo. Bien que lo sé, por mi madre. Pero también ya por lo pasado yo misma.

¿Ustedes calibran la verosimilitud de la información que alguien les da en función del grado de coherencia de lo que te cuentan con los hechos que han visto o vivido? Yo sí. Es una capacidad analítica, la que proporciona la memoria que retiene los eventos del pasado el tiempo suficiente como para cruzar datos con un relato posterior, que sé que destaca en mi procesamiento cognitivo. Por la capacidad de retener datos de mi memoria, que me acompaña desde que tengo uso de razón. A veces incluso como una molestia, por la que me han mirado con suspicacia y como a un bicho raro. Y hoy en día estoy segura de que me ha servido no pocas veces para caer mal de primeras. Porque claro, si lo utilizara para ser una zorra indiscreta, como me pintan sin haber abierto la boca, en realidad, mucha gente pasaría un mal rato. No es advertencia esto, ni nada. Es tirarle flores a mi verdadera nobleza y al tesoro de reliquias que se van conmigo al horno.

La cuestión es que sé que no abunda esta manera de revisar las cosas ni los sucesos en los que la credibilidad de una persona ha sido vapuleada hasta con un título tal que "una de las tres locas del antro", para acallarla. A ver en qué cabeza cabe que creas que es importante la libertad de expresión, para tales seres, que desacreditan al grito de loca. El día que se lo leí a una persona con la que había quedado a comer y comí, en junio de 2019, y que presenció los problemas que tuve para pagarme la comida ese día, sentí tal ira hacia ella que confieso le deseé que se "entrampara" en una relación como la que me provocó no pocas desdichas a mí. Así. Que sientas que no puedes ni salir de tu casa a mediados de mes sin que alguna líe estando tú fuera y te quedes sin blanca,  dependiendo de los demás. Como de él. Cuando cesó la dependencia emocional, porque dejó de ayudarme con la autoestima para hacer lo contrario, machacármela hasta extremos que jamás creí que él pudiera llegar, comenzó a perpetrar el atropello de hacer valer el papel y dejarme sin un duro. A obligarme a irme de mi casa, con lo puesto casi. Llegó el chantaje y la utilización de su posición privilegiada sobre la mía precaria. Acordada por amarle y confiar en él, cosa que me ha demostrado sobradamente que fue un error.

Y da igual el porqué, como dije, pero es francamente verosímil, con estos moldes, que una se meta a puta cuando no hay otra y te están diciendo, en la situación en la que estás, que tus hijas sin él se mueren del asco. 

Soy dignísima. Mucho más que tú, que aguantas al lado de quien te hace mierda y te follas sin ganas o no folláis, que no se sabe qué es peor, de tu mentalidad inquisidora, querida neoabola.

Seré una excepción, pero tener sexo de pago con mis seguidores, en lugar de con mi ex si me hubiera quedado con él (obviamente incompatibles esa actividad y relación, ¡buf!), me hace sentir bastante más empoderada. Al menos no se puede apuntar mis éxitos ni taparme, como cuando era mi jefe él.

Estaba seca, mustia, sin ganas. Solo por recuperar mi sexualidad ha valido la pena, porque es una parte importante de mí que se heló. Y eso no sucede si te aman. 


Es inverosímil. 

7 ene 2021

El veneno de la mamba.

 Pienso una y otra vez en pasajes concretos de la historia, sin poder evitar hacerme la pregunta de si me decías lo que quería oír, sabiendo que estaba pillada porque yo fui honesta y lo confesé rápido, para conseguir distraerte conmigo en los momentos de calentón. Tan rápido lo confesé, acojonada por el fogonazo que ni yo me creía, que quizá esa fue la intención precisamente al hacerlo: que huyeras cagando leches de una tía así de intensita, que te alejaras como de la peste. Traté de sincerarme con lo escrito en una larga misiva de intenciones. Hubo, tras de eso, unos días de mieles, muy pocos. Ahí sí te acojonaste. Por un par de intercambios en público en el antro, que te hicieron juzgarme como lo hiciste, ni lo voy a precisar ya otra vez más, a lo que me refiero.
Lo jodido es que el susto era por tu vida, no por la mía, que después de explicarte largo y tendido, ya te había dicho que no podría soportar a otra persona más que me viera como un problema.
Y cierto es que, como viene sucediendo de cuatro o cinco años a esta parte, los eventos dolorosos se precipitaron y vinieron seguidos, uno detrás del otro. Lo del divorcio, lo de junio contigo y justo después lo de Burgos. De regreso a la isla, la encerrona en el antro con los bichos tras lo de mi pelea privada con la gallega; eso fue en julio. Recrudecimiento del divorcio, últimos ataques de pánico y en diciembre me dejas. En enero me voy de casa, a convivir con mi hermana. Después de carnavales, cuarentena y confinamiento.
Todo esto es el penar, desde mayo de 2019 y aquella carta confesando que me había enamorado pero pidiendo honestidad en el trato. Y una definición de las cosas, porque así empezó la conversación aquella mañana, tras los buenos días, que me dolió en el alma pero postergué su asimilación, porque el dolor más grande era que sabía que probablemente no te volvería a ver, en ese momento de despedida. Pero después de eso, empecé a cavilar sobre todas las piezas que me faltaban, los silencios, las dudas no aclaradas. Ni siquiera sabía de la otra manera camuflada en la que frecuentabas personas comunes, en el antro, que fue un descubrimiento de junio de este año pandémico. Aquello de saber que habías presenciado tantas cosas que me hirieron. Saber que de ninguna manera intentaste alcanzarme para hacer una caricia de ánimo. Eso fue demoledor, estaba furiosa por el engaño.
Era mucho peor que no amarme, en realidad. Cínico es la palabra más adecuada. Aunque te reconozca la imposibilidad de llegar a mí porque hay quienes tienen las vías habituales bloqueadas, quedan las no habituales, por las que se puede llegar cualquiera. Como este blog, por ejemplo, y su formulario de contacto. Como el correo electrónico que te di.

La conclusión a priori, sin poder confirmar todos los extremos y tras estudiar los indicios de que dispongo, es que sí: que me utilizaste. Como a una prostituta pero sin pagarme. Y si acaso me doy por pagada es porque renació mi fuerza, hubo aprendizaje y me puse a escribir de nuevo, que me ayuda con la ansiedad y la depre igual o más que las pastis. Pero eso hubiera sucedido igual con cualquier otro de los que me deseaban y si Mr. Writer hubiera estado en primer lugar, en vez de Nadie, no habría sufrido de esa manera porque no me habría engañado tantos meses con lo de la otra apariencia, que también él tiene, para bajar a los fondos. Lo sé porque él sí es honesto y no sostiene algo en lo que la otra persona puede salir mal parada. Me lo demostró con creces.

Cierro etapas, recuerdo esa soberbia recomendación sobre que "las obsesiones no son buenas". Soberbia en sentido peyorativo que califica la personalidad de quien daba el consejo, cuando falla la humildad sobre todo lo que tú sabes de la vida que crees a priori que los demás no. Cuando eres uno de los agentes causantes de retroalimentar una obsesión, esté o no, el colmo del cinismo es querer aparecer como inocente en el asunto con una puntilla tremendamente paternalista. Cuando te han dicho por activa y por pasiva que la salud mental de la persona que se ha enamorado de ti no es buena. Y tú lo que has hecho es aprovecharte de ese amor para trapo de consuelo, al que has tirado con desprecio al piso, después de saciarte y de las advertencias previas. Cuando hablar de obsesión en este contexto nuestro de mentiras supone estar diciendo que no son sentimientos sanos los de la persona que ama. Que no es amor, que es obsesión. Obsesión por estar esperando respuestas en un chat a preguntas. Por pedir una llamada. Cínico cabrón es poco, es que siempre lo pensaré, eternamente. Y querer ir de buena persona, que es el elogio que más te gusta que te hagan. Coño, reputado, es que así va el mundo. Al revés. En cambio, aunque tú pienses que soy gran persona, ya sabes de sobra y gracias a quiénes mi reputación en el antro es mucho menos que mala. Si los crees y me prejuzgas, claro.
 

<<Ni ángel ni diablo. 

Serpiente bella y venenosa>>.


6 ene 2021

Explicarme.

El porqué de mi desinhibición íntima. Y de quién lo he aprendido. Y por qué. Y mis sospechas acerca de si ella quizá sabía o al menos temía...por haber pasado por ello. Dios, somos tan dos gotas de agua, mamá y yo con cuarenta. Es alucinante. Ya se ha visto el camino más o menos siempre, de mi genética y fenotipo. Cuando yo tenía dieciocho años mamá ya comparaba fotos suyas de edades aproximadas con las mías. Ha sido una opinión mayoritaria y rotunda en toda la familia siempre. Hasta el punto de ser agobiante y carga, al dejar de estar ella. Con mi timidez tremenda sentirme incómoda por ser grande el descaro con el que te observan y miran, gestos, expresiones e incluso reacciones a cuestiones polémicas en la familia, tal que si hubiera sustituido también su talante de líder innata que ella tenía. De directora de orquesta. Eso es imposible. Hay grandes diferencias, entre ella y yo, también.
La Gran Mamba era extrovertida y muy sociable. Yo, por contra, desde niña fui centro de atención a mi pesar, por ser la primera nieta y sobrina (de ocho primas, diecisiete totales). Me abrumaban. Era gordita de peque, y lo de mi tiroides se supo, por mi madre, cuando tenía veinte años. Con la cefalea igual. Eso de ser extrovertida y echada para adelante lo combinaba con una terquedad de agárrate y no te menees. Tuvo un largo historial, con cinco hijos, de situaciones en las que conocernos a la perfección la alertó para bregar hasta conseguir un diagnóstico y un tratamiento para el mal que nos afectara, en caso de que no vieran nada en las primeras consultas.
Después de crecer con complejos por el peso, mi desarrollo se produce temprano y mis hermosas precoces tetas son de talla no desdeñable, a la tierna edad de doce años. Sí: me complicaron aún más la cosa con lo de la introversión. Y la paradoja conmigo es que con dos calimochos, como todos los pibes adolescentes que empiezan a probar alcohol cuando salen, los que lo hacen, pero, sobretodo en un ámbito íntimo, con mis amigas de toda la vida, era el alma de la fiesta. "Desinhibida eres poderosa", me decía una de las tres mejores en el instituto de secundaria. 
Les pasaba a los chicos, y de hecho tenían una manera distinta de tratarme si me los encontraba de fiesta fuera del insti, después de ello. De ser una mosquita muerta, empollona, -divertida pero muy introvertida, que ligaba a base de miraditas en el patio,- a verme bailando de juerga con las amigas en la discoteca o en Las Llanas, había una diferencia importante. Yo, en confianza y sin timidez, molaba.
Con mi familia sufría, son todos bastante payasos y de ir de fenómenos por la vida. Siempre que si sosa, que si parada, que si no te vamos a comer... A ver cómo te han crecido las tetas, sobrina. Cosas así de delicadas se les ocurría delante de todos, en nochebuena, por ejemplo. Mamá trataba de protegerme de esas escenas, pero no siempre era posible. En ocasiones se enfadaba y hacía valer su condición de autoridad titular sobre mí, porque, al ser la primera sobrina y mi madre mujer, mis tíos varones se creían con derecho a opinar sobre mi educación. Que si me veían "por ahí de la mano con uno" que ya me iba a enterar yo... Y entonces la Gran Mamba sí saltaba: "Aquí quien tiene que decir algo a mi hija, si corresponde, soy yo".
Y las tetas. Las buenas tetas heredadas también. Mi madre las tenía preciosas, un pezón que alucino de los pocos que he visto más bonitos que los de ella, ahora que lo pienso.
Siempre he sabido que eran buenas tetas, por talla grande y por bonitas. Pero lo primero nunca lo he explotado, sino lo contrario, hasta hace unos meses, con el destape en el antro. Siempre me supuso un problema, porque fueron tetis muy tempranas, lo que trajo consigo un agravamiento  de mi timidez en la pubertad. Además nunca fue fácil que pasaran desapercibidas, ni con abrigo puesto.
Y porque en esto también, la familia, fatal. La primera sobrina, otra vez. La siguiente, mi prima hermana, cinco años menor. "Qué tetas se te han puesto, Sabrina...¡digo sobrina! JOJOJO"... Será de lo más "light" que me han dicho. 
Por fortuna mis primeras experiencias sexuales deseadas fueron con personas dulces, tiernas y más experimentadas que yo. Eso, la práctica y gustarme desde la primera vez que me rozaron una teta queriendo yo, también es importante, de cara a esa ausencia de tabúes en la intimidad, para que la timidez se disipe. Y esa seguridad también fue ella, la que me la dio. Hablando de sexo con mamá, desde que empecé a tener relaciones. Del blanco al negro, con mi abuela, el salto de mamá.

En realidad esto me explica. Me cuenta y define. Lo de la timidez extrema... que se me pasa, se diluye en la intimidad. Pero no del todo. Sigo ruborizándome con ciertas maneras de hablarme, aunque sea por escrito. Suele ser rubor del bueno, ese. Cuando lo tengo en la intimidad con alguien que me ha hecho el amor y destapa una esencia mía que cazó sin yo percibirlo. Y si me llevas al extremo de violentarme, simplemente por frialdad o que no funcione la química, que la piel no fluya, cuando yo deseaba mucho esa cita, entonces hago ¡crack!

"Simple y llanamente. Eso fue. La frivolidad al recibirme y no dejarme expresar cómo me sentía desde las 7am que por poco se echó atrás." 

Explicarme. Parece fácil. Parezco dura. Está hecho todo de cartón piedra, ese carácter mío. Es un plató del "Un, Dos, Tres" con escenografía del Salvaje Oeste.

Superar mis complejos me llevó años y un trastorno alimentario incipiente que, como siempre, mi madre atajó y se llevó por delante, con su entrega incondicional a su camada. 
Qué iba yo a pensar que volverían, y recrudecidos por ser mayor también ya cuando quedé embarazada. Pero no he tenido apoyo, como cuando estaba mi madre, para no hundirme. Así ha sido. Aunque sé que a muchos que le conocen a él les seguirá pareciendo increíble.

Amo mis tetas ahora más que nunca. Porque gustan y me dan un éxito que puedo rentabilizar, cuando jamás se me había pasado por la cabeza otra cosa que esconderlas. Y no porque no me guste lucir un escote. Pero siempre pendiente de dónde iba a ir "con ellas", al escoger vestuario.

Y entonces recuerdo esos ojos, esa manera de mirarme, ese tímido apasionado y caliente... como yo. Me pregunta si puede. Jamás me ha impuesto su voluntad, esa es una diferencia importante. Pero es como cuando el vampiro pide permiso para entrar. Una vez accedes, también lo harás a sus deseos. Beberá de ti y te dirá que le muestres los pechos o que te des la vuelta. Ordenará y no podrás evitar obedecerlo. Ya lo deseas tanto entre tus piernas que harás lo que te pida para tenerlo ahí.  
Una vez, la del regreso, tras odiarme, en mitad del ardiente intercambio que tenemos, le llamé mandón. Hay tantas cosas que sé de él por nuestros momentos de juego... Le sorprendió que sepa que es así, en la cama. 
Tímidos cajas de sorpresas. Siempre; y yo misma lo soy. Soy así: me corto si me miras a los ojos mucho tiempo seguido... Pero te miro como una zorra intrépida si tengo la confianza de llegar hasta la cama contigo. Un salto espacio-temporal. De tímida a desinhibida. Porque la intimidad es mi medio, donde yo me siento bien, a salvo del mundanal ruído y de miradas celosas que acechan lo que no pueden tener.
El amor es algo íntimo y el deseo también lo es. Pero luego estamos quienes no somos conscientes de nuestro halo de follables hasta que no pasa algo, un suceso, un cambio vital que lo propicia...
Mi manera de desear es visible por fuera, la seducción se ha apoderado de mis conductas no sé ni cómo, y no lo quiero dejar. Porque aparecen amantes, buenos, malos, regulares, pero de la abundancia es de donde procede la probabilidad mayor. De encontrar lo que buscas. Amar follando pero sin complicarse con compromisos inútiles, que solo matan el deseo. Yo mi compromiso lo tengo de por vida con mis hijas. Con nadie más, que solo trae aparejado promesas insostenibles de fidelidad o de cosas peores que esa (estabilidad, rutina monacal, cosas "normales") y con ello la hipocresía, el cinismo y la pura mentira por acción u omisión.



Yo pienso como "Petra", en la peli de Rosales. "Sin verdad no hay belleza, no hay arte".


2 ene 2021

Morbo y timidez.

Cuando una persona es tímida, como es mi caso, la mirada en los encuentros sexuales o los juegos de seducción es la herramienta que suple el descaro de acercarte para llegarte hasta quien te gusta. 

Mirar de una manera determinada a la persona que deseas y amas. Y eso también se apaga, amigos, con las hormonas, los años y las mentiras y medias verdades que acumulan las parejas monógamas. 

Siento regocijo verdadero de ser tan afortunada de haber experimentado eso durante mucho tiempo. Mirarme con mi pareja de un modo concreto y ponernos calientes y saberlo el uno del otro, sin hablar. Incluso con gente alrededor. Nosotros sabemos muy bien, de quienes nos han envidiado, qué han envidiado concretamente. Desde luego el patrimonio reunido no es ni muchísimo menos deseable... Siempre refiriéndome a lo puramente material y financiero, porque el humano que hemos concebido y estamos intentando sacar adelante es un auténtico tesoro de incalculable valor.

En cualquier caso, lo de mis ojos y mi mirada siempre lo he sentido como una capacidad destacada dentro de mis armas de seducción. También tengo el punto débil en los ojos y soy vulnerable a las miradas seductoras, para compensar. Hay varios eventos,-e incluso textos en este rincón de la red que bauticé como eviesfera.com-, relacionados con el poder sexual de una mirada que sabe expresar el deseo de rozar la piel. Él me conquistó con su mirada y con alusiones certeras a la mía. Es decir: me leyó en los ojos. Muy temprano. Eso me noqueó. No me conocía de nada y yo hacía muchos años que no flirteaba con nadie, o por lo menos de manera receptiva, como en esa ocasión. Eso es otra certeza que alumbra mi propia ingenuidad: el que yo creo que no me conocía de nada, como yo a él. Porque rápido le confesé la atracción y que me había fijado de manera superficial, -en los días previos a los primeros mensajes privados-, "en ese guapo madurito que anda con tal o con cual". Y digo superficial porque, claramente, en su ideología o pensamiento político, no me fijé mucho a priori o no le di la debida importancia. Aunque no andaba equivocada y durante la relación quise verlo como discrepancias lógicas y entrañables, por diferencia de edad y salto generacional, pero que mejor no tocar mucho ese idealismo con mi sarcasmo chafalmejas porque la iba a cagar y se iba a enfadar conmigo. Estaba muy enamorada, desde luego, y sus ideas políticas no eran la razón principal. Al menos yo lo veo como más importante para él que para mí, esa afinidad concreta. Obviamente y a los hechos del padre de mis hijas me remito, sin necesidad de ejemplo más lejano.
La timidez de nuevo entra en la historia, esta vez en forma de foto de carnaval. Porque fue la nueva imagen y mi disfraz lo que le hicieron pensar que era novata en el garito, como imagino creía, al igual que muchos otros, que no sabían de la existencia de las "eviadas". No era de un año atrás que llevaba frecuentando el antro, sino que cuando nos conocimos llevaba nueve casi, pero con otro aspecto y perfil mucho más bajo y voyer. Más tiempo que él llevaba, de hecho. La cosa es que yo no lo seguía a él la pista. 
-"Pero ¿quién te dice a ti, boba, que no te llevaba observando tiempo cuando vino a lo de pintar tu avatar? "
Sería como ha pasado con el otro, o con la otra o el de más allá. Y también sería el caso del primero, entonces. Eso lo descartas, de momento, pero ya estás curada de espanto con él. Lo de la doble máscara del "reputado" y mantener la burla hasta que quisiste abrir los ojos bien grandes y verlo tú misma, es suficiente demostración. Es a lo que se dedican precisamente los fanáticos defensores del antro adictos a él, que encima tienen la ocurrencia de decirnos que nos busquemos la vida en otro garito a los que de sobra sabemos de esas relaciones humanas malsanas y bajo cuerda que se dan ahí. A espiar al disidente. O a la puta que le hace gracia a mi marido (novia, maride, amor platónico que no sabe que existes, etcétera de motivos-persona relacionados con celos...) De modo que aparecen nodos y gremios que se establecen como grupos de opinión, con peleas de egos entre "líderes" de cada determinada tendencia de una misma corriente ideológica, en teoría... y sus agencias de información clandestinas junto con una omertá acerca de estas prácticas mafiosillas preocupante. Pero.

Tan viejo como la propia Internet. Esto sí que no es cinismo. Ya en la blogocosa en 2005 cuando empecé a pegar canciones, libros y pelis en una sidebar, junto con mis blogs y webs favoritos de la época, había trolls y pandillas. Pero no se podía montar una bronca instantánea a notificaciones brutal en la cabeza de una persona, al otro lado de un terminal. Es un bombardeo inhumano y abusivo. Y quien acepta esas reglas, una vez descubre que así está montado el algoritmo del antro, para bien y para muy mal, al menos tendrá que dejar de participar en los acosos selectivos y dirigidos, sí o sí. Si te quedas ahí, no lo agrandes, no lo agraves. No alimentes al monstruo.
Tan decepcionante como eso. Como ver una sentencia fijada hablando en plan OBJETIVO BIRMANIA "Los amigos de mis amigas son mis amigos" (cutre tema del pop español como pocos han dado las canciones del verano ochenteras), pero al contrario. Hablando del porqué de las enemistades en el antro. Y siempre, cómo no, como el Gran Cínico que es. Cínico y vanidoso. Siempre pensando que esos hipotéticos enemigos lo son para llamar su atención. No antes ya de que Él apareciera entre tus trastos. 
Es tan jodido porque me enternece. Y eso hace que de vez en cuando vuelva, para ver si está bien, para preocuparme por su salud. Pero tengo claro que sexualmente no podría satisfacerme en un segundo encuentro. Que escribe tales boberías porque todavía sigue impresionado por haber encontrado una verdadera mujer íntegra. Como yo. Que jamás en dieciocho años de relación con el padre de mis hijas él se ha sentido violentado por mi invasión de su intimidad. Ni en el móvil ni en el PC ni en nada. Por supuesto tampoco en su mundo interior, gustos, pensamientos únicos y reservados en lo más íntimo de su ser. Entonces hoy es el día que, entre las niñerías, está esa. No saber que sí, que efectivamente existimos personas, mujeres como yo, que no tiene necesidad de indagar en los chats privados de la persona con la que duerme ni de espiarle y vigilarle en sus redes sociales. Me sea fiel o no me lo sea. Porque el día que yo sentí que se había acabado, tuve claro que me quería ir de su lado y lo terminé haciendo. Y en otras ocasiones perdoné, porque no se había acabado y porque lo nuestro seguía siendo más importante. A diferencia de la última vez con historias de por medio, de las que me enteré a posteriori de decidir separarme. Y que mi ex podía haberse callado pero no hizo, por lealtad o porque pensara arreglarlo reconociendo la verdad después de roto el vínculo conyugal. Pero ya esta vez no se trataba de una infidelidad confesada, sino de que no nos amábamos.
La cuestión es que en las ocasiones en las que perdoné lo hice de verdad. Y jamás me creí legitimada o con el derecho de espiar por haberse dado un desliz previo. Eso siguió como siempre. Jamás he mirado ni siquiera la lista de llamadas perdidas. Nunca. No tengo derecho ni con él ni con nadie que vaya a estar, aunque ya no proyecte una relación en convivencia. Nada legitima una invasión de tal calibre en la confianza que depositas en el otro. Eso no es amor. Y Nadie no puede convencerme de lo contrario. De que no soy mucho más allá que sincera y honesta, pero mi amor, aunque parezca cosita de poco es oro molido y mejor que yo nadie lo sabe. Un poco mi ex, aún a pesar de lo dura que es la tormenta conmigo.
Eso me da un valor como persona íntegra y verdaderamente amante de los seres que me llenan, que me enorgullece. Me hace gran mujer, me puede hacer gran persona, ya que no me lo considero porque me lo haya dicho quien me dañó con desprecio y desconfianza injusta. Sí me hace honesta y coherente con mis propios sentimientos, expectativas y exigencias. Me pongo en valor sobre mis aprendizajes, sabiendo que aún es larga la senda.
Lo que hace también que ya no sea ni quiera ni pueda ser de Nadie. Salvo temporalmente y solo para quienes quieran hacerme sentir deseada como me merezco: como un mujerón dulce y picante que soy, una bailarina con muchos pasos dados y otros pendientes, que quiere ser hervida en las brasas del placer. Cachitos de felicidad para curar la melancolía vital. Que vayan de la mano de un amor frugal, que no obligue sino a saciar la curiosidad y el morbo por la piel húmeda y caliente. Y que siempre haga estos regalos de placer y bienestar. Para lo demás, mejor sola.

Si mi timidez me aísla de los descarados gorrones que chuperretean la teta pero no saben poner duro un pezón ni satisfacer el deseo de ser poseída en la mujer que es puro fuego y lava de volcán, bienvenida sea. Y quizá algo que estaba bien de la historia que acabó en agosto era esto, precisamente.
La afinidad de la timidez de las miradas morbosas.


Acepto que no has querido comprobar cuánto más feliz podías ser.

Me condeno a buscar lo más aproximado a lo que pudimos tener, con otros, a ratos entregados a la pasión que esclaviza al grabarse a fuego en la memoria.