23 abr 2009

Doble insularidad

Casi un año.
Concretamente el día 5 de Mayo cumpliremos un añito desde el desembarque en la isla lunar.
El balance personal es positivo por los antecedentes que cargábamos a cuestas...
Pero no pensarán ustedes que, siendo como es una, iba a dejar la Eviesfera al margen de las politicuchas que sumen a este pueblo, el guanche, en un océano de injusticia social y exclusión del bienestar más elemental.
Mi sentido común está por encima de sugestiones vacacionales, aunque muchos de los que se quedaron en la aldea insistan en atribuirme tamaña chorrada.
De hecho, los primeros meses aún hubo quien insistía en que estábamos obnubilados por un oasis ficticio:
"No es lo mismo vivir allí que ir de vacaciones" o "aquello es muy bonito para una semana o dos, a lo sumo..."
Y qué quieren que les diga...comprendo que un oriundo de Madrid, Bilbao, Barcelona, etc., no se halle en un sitio pequeño como éste...pero es que yo nací en Burgos, no en Nueva York.
Hace seis años que visité por primera vez las islas afortunadas (qué ironía de apelativo, válgame!). De ésta me enamoré. Conozco también Tenerife, Fuerteventura y un poquito de la octava isla, la Graciosa. Pero el efecto de la lava conejera es poderoso, estremecedor e inexplicable. No en vano, el paisaje de Timanfaya es único en el mundo, un espectáculo incomparable y mucho más impresionante que el del Teide, debido a su recentísima historia.
¿De qué me ha servido la riqueza paisajística de la isla para encontrar trabajo?
De nada. Aunque tiene una ventaja evidente: el fin de semana es económico a la par que satisfactorio, siempre según gustos de cada cual, desde luego. Puedes prepararte unos bocatas y escoger entre diferentes lugares, plenos de magnetismo y tranquilidad, y pasar el día reflexionando de una manera sorprendentemente constructiva.
Hay muchas cosas que no funcionan bien. Empezando por el Servicio Canario de Empleo, cuya gestión, en mitad de una crisis devastadora especialmente en esta comunidad, es claramente desastrosa.
La exclusión social se ha disparado en el último año (10% de la población) y los desastres medioambientales, lejos de tocar techo tras comprobar los derroteros insostenibles del turismo y la burbuja especulativa, siguen poniendo en riesgo los frágiles ecosistemas del archipiélago. Todo ello para que la desigualdad social más extrema aumente día a día mientras se reparten el pastel entre las élites del poltrón, que en el caso de Lanzarote se llaman Armas y Betancort (Betancourt, Betancur, Betancor, como variantes de un mismo apellido colonizador).
Pero aún hay más:
Si por mis ideas federalistas aborrecía el centralismo (véase Madriles o Pucela, en el caso de Castilla y León), ahora tengo motivos adicionales para detestarlo con más ahínco, puesto que lo que ocurre en Canarias al respecto, es sencillamente vergonzoso. Un único ejemplo necesito para clarificar ideas:
En Lanzarote no hay Tribunal para lo contencioso-administrativo. Quiere decirse que, si un ayuntamiento de la isla tiene una responsabilidad x en la lesión de un ciudadano que camina por la vía pública, para reclamar la cobertura correspondiente al daño sufrido, el fulano deberá coger un avión para asistir al juicio, que se celebrará, en el caso de que se formule la denuncia, en la isla canariona (Gran Canaria). Tócate los pieses. Justicia para ricos, en grado superlativo.
Hay muchísimos más ejemplos dentro de las administraciones públicas, que dejaré para otra ocasión. Pero no puedo dejar pasar el regreso al blog sin hacer mención a las prácticas monopolistas del sector de la alimentación de la isla(las telecomunicaciones y el hijoputismo de Timofónica requieren de un capítulo aparte, aunque sean consecuencia de una falta de desarrollo en ciertas zonas de la isla, cuestión que considero imprescindible para preservarla de la voracidad especulativa del urbanismo), que se encuentra acaparado por una única cadena de supermercados (Dinosol) y que se aprovechan del precario abastecimiento de la isla para clavar puñales en forma de precios escandalosamente inflados.
Este fenómeno, basado en la avaricia y la mezquindad humana, se denomina "doble insularidad", en referencia al aislamiento sistemático que sufre el archipiélago por el hecho de serlo y multiplicado por dos en el caso de las islas periféricas de menor extensión y población que las dos capitalinas.
Estamos deseando que abra el Lidl, no os digo ná y os lo digo tó.