3 nov 2019

Despacio, a fuego lento.

Esta tendencia, -diría que casi innata-, de entregarme al amor de manera irreflexiva, imprudente... 
De no ir a lo práctico y pensar en las consecuencias, en el dolor del fracaso y el desgaste emocional que eso implica, cuando sale mal. 
Incluso debería valorar la cantidad de cicatrices y zarpazos en la patata; el estado previo y la huella que dejaron otros, que afectará sin duda a las nuevas relaciones que alumbren el horizonte.

Y deberá ser muy intenso el rayo de luz, porque con el tiempo te arriesgas menos, incluso en casos como el mío. 
O mejor dicho: Amo y es difícil porque está lejos. 
Probablemente sea mi amante más complejo, pero no por la distancia en sí, que también (obviamente), sino por inocular una extraña y nueva capacidad en mí: reflexionar acerca de mis orígenes en positivo, algo que nunca me ha sido fácil... (Valgan las páginas de este blog personal como muestra de ello =) ).

Es sabio, de una manera sencilla, austera, exquisita, todo al tiempo. 
Al expresarse así de bonito fue que me conquistó. 
Me había fijado en él. Me parecía atractivo.

Y un buen día se dirigió a mi. Como nunca nadie lo había hecho antes. Fue instantáneo, casi. Yo me dije "Ay" muy rápido, me picaba mucho la curiosidad.

"Como una adolescente"...

Ir entendiendo su conducta íntegra, su respeto escrupuloso. Y querer que esté bien. Que ría. Que siga disfrutando de la música, de la vida que merece tener, del amor de los suyos.

Estar bien los dos. Amarnos, a veces. Sentir que me piensa, desde lejos. Deseos y anhelos que me ilusionan y encienden. Pero en calma, con paciencia. Me ayuda a verlo. Hace unos meses estaba ciega de dolor y ansiedad, para poder hacerlo.

Igual que con mis amores chinijos: calma, paciencia. Que sonrían siempre.

Tiempo y cocción lenta. Los buenos cacharros de barro. 
Y cada vez guardarme más y proteger lo que surgió.