29 feb 2020

Alertas ignoradas.

<<Siempre hay uno que ama más que el otro♪♫ el miedo os mantiene juntos y lo llamáis AMOR♫♪>> LAS DOS COREAS | SIERRA Y CANADÁ * 2014 |SIDONIE

Dentro de la crisis existencial de una madre, de esta que junta estas letras, al menos, es inevitable que haga mella la autocrítica cuando sientes que te has equivocado y pagan el pato las inocentes. En este caso en forma de: "¿Y si te equivocaste tú escogiendo todo? El momento vital, la persona, el lugar..."
Si no eran los idóneos para el camino que te empeñaste en recorrer, quizá es tu culpa por no parar la bola de nieve y buscar a otra pareja para algo que tú consideras tan importante. Lo más importante para ti que hay en el mundo.
Las dos Coreas de Sidonie, efectivamente: te cagaste, te dio miedo que después de tantos años hecha a la persona, lo dejaras y no te aguantara ni pirri. Ojo: igual que a él. Y lo que me redime es que, aunque no lo suficiente, yo era la que amaba más que el otro. La leal. La que hablaba sin pelos en la lengua de nuestra relación y la que no era celosa por todo esto mismo enumerado.
Pero menos flores, que igual has antepuesto tu deseo de ser mamá al bienestar de ellas, por cometer ese error tan terrible de elegir una familia tan lejana en valores y educación a los tuyos. Y no es baladí.

Jode, porque han sido muchas las veces de perdonar sinceramente, sin por ello ponerme después jamás, como no lo hice antes, a mearle alrededor o controlar sus cosas. Y luego verme decepcionada por pillar en mentiras, cuando no me lo merecía y jamás he invadido la intimidad y el espacio personal de mis parejas.

Por mi parte aporto mis remordimientos por hacer poco o nada de caso a esas "lucecitas", los "ay, cuidadito con esto, no se lo pases". Y se lo pasas, vaya si se lo pasas. A veces simplemente porque es más cómodo no discutir.
Pero eso es la vida de pareja. Yo eso no lo quiero ya. He tenido suficiente dosis y quiero criar a mis hijas sola y follar con quien me apetezca, cada uno en su casa.
Era la idea desde bien tempranito. Tener mi techo propio que no me obligara a depender de ningún hombre, es decir, la situación natural y lógica de mi hermana, siguiente generación. Pero no la mía, desde el momento en que cedí con cosas que jamás debí.
Me acuerdo del viaje a Roma. De lo guapa que me veían todos, en las fotos. Y disfruté, vaya que si disfruté. De la parte cultural y de risas del viaje sobretodo, pero en lo romántico, la procesión iba por dentro...
La primera noche fue un auténtico desastre porque estuvo trabajando hasta las tres y pico en el portátil para enviar un nosequé importantísimo a la chunga de la directora financiera de la empresa, que hacía aguas ya.
Y aún así, eran momentos engañosamente felices; ese "viaje de novios", esas imágenes en la retina y las inmortalizadas también... hasta la siguiente decepción dura, que perdoné, a los dos meses de casarnos. Y ser leal y amarlo de verdad porque yo, aunque me lo hubiera propuesto en plan "ahora te jodes y te los devuelvo", es que no tenía ojos para nadie más que él, al resto no los veía, o no devolvía las pocas miradas que sí cazaba. No me interesaba.

Tener conciencia de que esto era así, mucho tiempo después, cuando llegó el declive de la relación, el definitivo, hace dos años, pues yo intenté reavivar alguna vez, desde los cuatro que lleva durando la crisis de mi matrimonio, aún inconcluso en los papeles.

Roma. Volveré. Porque la amé.





Foto sacada en el puente sobre el Tiber, que conecta Roma Antica con el Trastévere, barrio famoso al oeste de la orilla del gran río italiano.