20 ene 2022

Cosiendo diez semanas.

 Ahí está. Se ve una línea de puntos que destacan, entre la maraña de palabras y letras. Es la estructura que fraguó en la cabeza. Años, han pasado. Eventos guardados en el baúl, así fuera con mimo o protegida del hedor que emanaban, componen una o varias historias. Como siempre, vidas cruzadas.

Cuando has de ocuparte en cosas más prosaicas, como salir del paro, pagar el alquiler y ver de qué vas a vivir la semana que viene, todo lo creativo toma un obligado segundo plano. Cuando las necesidades básicas no están cubiertas, dile tú a la currela que lea el manifiesto comunista para arreglar sus problemas, que es imperioso debatir sobre las interpretaciones del texto en redes sociales con los gurús -o no tanto-, que saben qué hay que hacer. Esta es la base de la desconexión con el pueblo, no hay duda.

Por eso es tiempo. Paciencia, espera. Las condiciones de partida que rodean a cada cual.
Es mucho tiempo. De reflexión sosegada. De pensar primero el qué para luego ya veremos el cómo. Cuando se pueda. Poco a poco. Con tiempo, que haya poso no es problema ninguno, porque aportará la seguridad en una misma necesaria, para continuar. Es más lento. Mucho más. Sin renunciar a ciertos principios. No hay voluntad comercial y nunca habrá un horrendo Kofi de esos ni un Patreon, tampoco.
Los proletarios, las nadie, quienes están privados de medios, excluidos por el vil metal, tienen que poder acceder. Se vende la desnudez, no las letras que tratan de comunicarse sin fronteras.

<<El código y los protocolos de acceso encriptados, una vía de contacto en un lateral...>>

Mientras, saberse accesible para quien te quiera en su latido y ritmo acompasado de su respiración. Nadie a quien crees malestar, pues esa barrera sí es infranqueable. Que no se acerquen quienes pretendan posesión, en lugar de comunión. Sufrirán con ello. Y Momo está muy escaldada de que la acusen de hacer daño.

<<La máxima es aplacar la ira que provocan otros, otras, otres... que no te recogerán del piso en la caída ni llorarán porque vean sangrar tus heridas. Quienes no estaban, cuando los necesitaste.>>

Cosiendo partes. Personajes, lugares, paisajes de fuego y de campos de trigo y cebada, de cumbre caliza y barranco basáltico, de isla y de continente, de vega de río y océano, de Oriente y Occidente. Cosiendo retales de amor y despecho. De sal y ácido. De dulce y café negro. Tiempo y cristal. Química y polvos.

Coser diez semanas, un fascículo. Cómo se llegó a purificar la mezcla hasta la concentración deseada, otro. De dónde proceden los reactivos. La logística, el camino hasta la fábrica de ideas. Los sueños realizados disueltos en los que no. La presión, mesetaria a 800m y jacobina, en el primer nivel. A nivel del mar y ultraperiférica templada, hacia el final de la oxidación. Del hielo al polvo de calima, en la luna del auto. La temperatura desde bajo cero a los días ya playeros de marzo.

Coser viajes y andanzas cervantinas, en hoteles que sustituyen posadas, y con Ínsulas de secretos a voces, pues en este siglo sabes de la vida del vecino hasta sin querer. Y la delación es la reina en los antros de la Red, si tu conciencia no te hace vomitar por aprovecharla.

<<Diez semanas a salvo de las malas intenciones. A salvo de quien nunca te quiso bien.>>

La situación es crítica, otra vez, en el aspecto supervivencia. Pero sin claridad de ideas y alejamiento de los vórtices del odio de quienes no solucionan sus vidas primero, no hay estabilidad, salud y paciencia.

 Ni tiempo para lo importante:


<<El amor, siempre el amor. Así que no se va donde sabes que no hay.>>