9 jun 2020

Juguetes.

y vómitos eternamente temporales. Salta las fechas de una puta vez, Rai...

Esos objetos, sí. Los de vivos y variados colores y materiales. Muñecas de trapo o de plástico, bloques de madera, legos, cartones y puzzles por doquier. Esos.

Esos objetos, sí, también, los del sexo lúdico. No debería estar excluido esto del puro amor que es el deseo sexual más salvaje, el de amar también, sin embargo lo voy a hacer porque algo me dice que aún a una gran mayoría de las personas que me rodean, todo lo que suene a frívolo, sucio o transgresor de lo convencional (vamos a decir como eufemismo de ranciedad, en conjunto, que lo resumiría...) en la cama, es digno de excluir de lo que es amor verdadero. Porque el amor romántico judeocristiano que llevamos a la chepa, es muy duro de levantar y remover. Y aquí se viene a tocar el feminismo neoabolicionista, claramente con el extremo represor eclesial de las religiones. El cómo de errado está el pensamiento de los chavales de nuevo, en cuanto a la posesión de la otra persona con la que se sale, evidenciado más aún si cabe por crecer con el uso ya completamente normalizado de redes sociales y smartphone, que lo retratan a la vista de todos además de las estadísticas que se publican. De nuevo vivir la sexualidad de manera abierta, lúdica, sana, es visto como vetado para las chicas que se quieran hacer respetar. Está puto anclado ese pensamiento y de vez en cuando vuelve la oleada de impulsos castradores del deseo sexual de la mujer. Incluso desde dentro, que es lo triste.

La mejor manera de sacarme a los hipócritas que seguían a regañadientes en mi grupo de colegas del antro, yo tenía muy claro desde el principio del verano de 2019 cuál era. Ya me lo habían demostrado. Su fariseísmo vergonzante. Por tanto, se trataba de llevar al extremo lo de las fotos sugerentes en pijama en el sofá, que eran para N. más que para nadie, y de noche. Exacto: estoy hablando de sacarme las tetas. En el momento en que empezara a tomarme un poco más en serio lo de los hilos y enseñara más chicha, iban a salir como gatos escaldados muchos "fieles y fielas".

Así fue. No me he equivocado ni un milímetro, todos los que esperaba, y alguno más. Ana. Ella sí me sorprendió. Como es un nombre muy común y hay muchas fieles con ese nombre ahí, con las que yo haya tratado, bah, no tiene mayor importancia un nombre de pila sin más. Aquí en mi web no le concedo más que ese dato difuso personal. Pero si digo que ella fue quien me avisó de los ataques del primer follón en el antro, debería saber, si tan inteligente como yo pienso que es resulta, que me refiero a su persona.

La actitud explícita ilustra hipocresías y agrada con descubrimientos muy necesarios sobre uno mismo, también. Eso pasa cuando atraes la atención de gente más parecida a ti en eso de no jugar con las versiones parciales de las personas. Que detesta el orgullo, como tú. Pero el mal entendido. Una cosa es la dignidad. Otra que en el antro al final se sepa dentro de una cuadrilla que se habían equivocado con una loca, que era la otra, la que mentía, y nadie reculó ni vino a decirte "perdona por creerla a ella". Porque como loca, que es, no les vale una mierda. 
Y de repente la loca se pone a bramar contra todo Cristo viviente, a despelotarse y a coquetear con tíos mientras pone a parir al ex en medio del divorcio y le ha dado el siroco o algo bien fuerte. Ahora ya no es loca. Ahora es mala. Y necesita tutela. Vamos a avisar a su familia, a la Flor del Dolor. Que igual no se han enterado de que tiene algún problema mejor que ellos.

Juguetes, las mujeres. Esas que esperan por el día en el que sean más equiparables de facto las obligaciones de los hombres con respecto a los cuidados que surgen en su entorno. Que si hay mujer en el contexto de un naufragio no sea automáticamente y por defecto la que tiene que dar la talla. Porque algunas no son resistentes trenes de madera, sino plástico malo del bazar chino de la esquina. Y se rompen.

Y todo el mundo con el que me he relacionado en el pasado año, -excepto una persona, de la que no me cabe duda la exclusión , y mis hijas, por su inocencia, por supuesto-, ha tenido que ver en que el juguete por fin se rompiera. Veinte años después de que me cayera la losa de las obligaciones nunca entendidas ni compensadas. Ni agradecidas, fueron mi decisión... eso dicen.

Fui un juguete para tantos. Un objeto, inanimado, sin el impulso de un niño. Quieto. Que no siente ni padece (olvídense de 'Toy Story', no estamos en esas...) Para unos imbéciles el pimpampum de sus movidas completamente ajenas a las mías (o eso creo), para otro una pardilla que se piensa que no sé dónde me da el aire en el antro y que no va ex-profeso a cotillear a la mesa de reservado de nadie, para el otro igual, pero este peor aún que el don víctima nº 1. Este me seduce, me enamora y tiene pareja. Me vende una cosa y luego es otra. Un cobarde cínico. Un gran hipócrita, probablemente el mayor, aunque hace nada me dio la flojera otra vez, por entrar en este mes. Aún me pasa, de vez en cuando. No le dije todo esto cuando se fue y ya no podré nunca.
Y he sido un juguete mío propio. Pero eso ya lo cuento otro día. El silencio me está llamando para que deje correr la lluvia y pasar los días viendo salir el sol con una sonrisa por la mañana.

La marea entra en calma.

Calma chicha

...en el Estanque,♪ llegará la Avalancha♪ porque la locura nunca tuvo maestro ♫ ... contra la eternidad♫ la belleza del instante...♫

Él está más cerca. Quiere jugar con mi melena larga, pero no soy su juguete.