8 ene 2023

Mar gruesa.

<<Bajo las sábanas de cama de 90. En tu cuarto juvenil doble en el que dormías con tu hermano. A la hora de la siesta. Haciendo realidad una vieja fantasía tuya. Pero ni de disfrutar para correrte en mi boca fuiste dueño.
Escalofríos. Por haber dormido contigo tantos años, siendo tú mi juez más duro, cruel e implacable, en el proceso decadente de nuestro eterno final como pareja.
Años...

Tengo frío siempre...>> 


Tenía frío siempre. Igual resulta que no era solamente la disfunción tiroidea y el invierno de la aldea que quedó muy atrás. 
Hoy ver el abismo entre Momo y su propia felicidad, estando al lado de él.

Pues aquel día de sexo oral frustrado por sus miedos y falta de autoestima terrible, socavó la de ella. Y a la vez debió haber sido suficiente para entender que su alcoba nunca tendría el fuego necesario. Sin embargo volvería a justificarlo para autoconvencerse capaz de lograr derribar muros de hielo escarchado. Se diría que era algo normal. Pero no lo era. De hecho la falta de intimidad patológica del nido no era bien conocida aún por Momo. Vería esa cara pocos años después. Pero tarde para las mambitas.

Tantos secretos que su sexo grita a voces. Porque guardaba ese secreto no solamente para ir parcheando la maltrecha autoestima que quedó, que no soportaría los calificativos que antaño Momo dedicó con saña y mala baba en contiendas a priori sin importancia.

Insatisfecha, malfollada...>>

Sino porque es la razón y la causa. Aprendiste a amar de otro modo y con otras maneras. Cálidas, para bien y para mal. Pero hoy ves que el "para mal" tenía arreglo. Lo otro no.

Una estancia conyugal como pila de coctelería, surtida de tipos de hielo, bebidas frías y alcohol. Sí, mucho alcohol que provoca disfunción eréctil y somnolencia. Entre otros males bien conocidos de los efectos secundarios de la droga social por excelencia...
Y tú casi abstemia, por baja tolerancia y estómago delicado, entre otros motivos.
Ellas en riesgo hoy con el juicio cicatero encima de quien ha producido tanto dolor en su vida, transmitido, traspasado a la siguiente generación. 
Pero no se rendirá, no las dejará a su merced, nunca. Sus ganas de vivir son mayores cuanto más comprende esa lucha por estar presente en todas las ocasiones en que las trabas sean propias. En las veces que procedan de quienes deben apoyar y dar aliento, amar y hacer comprender al otro la importancia del amor propio.

Lo que tú no tuviste. Tan grande, rondas la cincuentena, con precaria atención de tu función ejecutiva, una de las secuelas de la educación emocionalmente gélida recibida, has destrozado tu vida de pareja con la madre de tus hijos. E incluso tu carrera profesional. Y aún no lo ves. Es tu falta de atención, la que se está replicando, a tu lado. Se replica, por supuesto, a Momo también le pasaba. Contigo. Porque jamás le faltó ese tipo de atención en casa madre, ni siquiera estando ella enferma y apagándose con un cáncer, mientras estuvo presente en su vida. Y la que faltó luego, paterna, ha regresado, al necesitarlo las nietas.

Amor incondicional.

<<El tuyo no. El tuyo no sé si era. Si lo fue, duró hasta el día en que empezó a ser más importante mostrarle al mundo esa falsa cara de ti que cuidarme, por incompatibles modos de ser y estar...>>


Su fuego sexual aplacado, su necesidad de contacto y de ternura quedaron huérfanas. Viró, poco a poco, gradualmente. Pero era demasiada la carga explosiva y muy larga la espera, el tiempo implacable terminó por hacer su macabra labor en el coloreado amor sensual. La oscuridad, los grises y la ira arribaron a puerto.

Tanto es el simbolismo de aquella mamada furtiva inacabada, bajo las sábanas y en su cuarto de casa padres, antes de decidir darle la semilla para honrarle con el más preciado regalo que Momo siente que no ha sabido valorar aún hoy en su inmensa dimensión.
Tan grave el error, tal la distancia entre dos mundos que Momo quiso borrar, poniendo tierra de por medio y un día imaginando que respetarían a la madre de sus nietas, su sangre. No fue así. Pero es que nunca fue así y se engañó con la esperanza de cambiarlo todo. 

La urgencia es salvar a las descendientes de la negación y la falta de confianza. De la distancia que les impida hablar con mamá, pedir ayuda. Esa distancia que sabe Momo que en realidad no es tal, pues son nacidas de sus entrañas, en los genes sabe que están sus mismas necesidades afectivas.

¿Quién sabe como Momo lo necesario que es un abrazo materno en acontecimientos vitales tan únicos como el nacimiento de tu propia prole? 

Pensar en todo lo que has aprendido de él. Y en todo lo que él no aprendió ni quiso nunca de ti, por considerarlos conocimientos menores... Ahora se ve la dimensión del socavón. Desde arriba.




No cuando estás en el fondo. 

<<Que no he superado la separación, eso le ha dicho al teléfono, se ha quedado tan ancho. El colmo del narcisismo. Y me fui yo. Siempre las decisiones importantes las he tomado yo, en cuanto me ha sido posible y él no me ha trabado.

Da igual. Él sabe que el vaso termina rebosando pero ya no tanto donde está el borde...>>