Lo vio entrar en el local con la gorra negra hasta casi la puerta, por los cristales de la fachada. En ese momento se la quitó de la cabeza y la echó al bolso de la cazadora. Al instante cayó en que quizá debía tenerla visible un rato más, y la volvió a sacar del bolsillo, nervioso. Optó por llevarla en la mano derecha con el brazo estirado pegado a la pierna, ya que calzaba jeans desgastados y la cazadora era negra, como la gorra. Por aquello de mantenerla más visible desde casi cualquier mesa o rincón más lejano del restaurante.
Era alto, moreno y maduro, unos cincuenta. La cara la conocía, no el conjunto en persona. No se equivocaba nada cuando se lo decía, aún en la distancia, era guapo, un hombre atractivo. Pero no solo físicamente. Cuando él hizo contacto con los ojos de ella, en una de las mesas del fondo sentada, y se sonrieron, reconociéndose, comenzó a caminar al encuentro sin quitar la mueca divertida de la boca, sorteando otras mesas con otros comensales con calma, pero sin dejar de mirarla. Llegó a su encuentro, estaban a un metro de distancia, sonriendo y mirándose callados, parados de pie, pues ella ya se había incorporado mientras él llegaba. Y dos segundos después se fundieron en un abrazo largo y esperado, muy cálido. Era un hombre muy atractivo por su manera de moverse. Ella eso también lo estaba ya percibiendo como auténtico, de lo ya sabido por el trato en la distancia. Un imán para ella. Hombres que mantienen la calma y la templanza y la podían poseer desde esa fortaleza que es estupenda cualidad para la cama. Para el tú a tú y el roce de la piel. Para dominar a la indómita.
" ¿Tienes hambre?" .- fueron las primeras palabras de ella al volver a mirarse a la cara tras separarse del fundido en aquel primer abrazo...
" Tengo más hambre de ti que de lo del menú..." .- contestó él sin perder tiempo, aunque rápido rectificó, temiendo que se le notara demasiado el ansia por poseer a aquella mujer ante el resto de personas que estaban siendo testigos accidentales de aquel encuentro.
No más de diez personas en el comedor, en ese momento, lo que hacía que se centrase más la atención en una pareja que había quedado allí para conocerse, con las expectativas de una noche inolvidable.
"Pero pidamos algo, luego puedo tener...".- zanjó, mientras con un gesto le pidió a que ella que se sentara de nuevo. para hacerlo él mismo después y tomar una de las cartas sobre la mesa..
Ella le miraba divertida, e impulsivamente le acarició el cuello primero para después acercarse más a él y besarle en los labios.
"Perdona por no pedir permiso, me he quedado antes con las ganas, ha sido un impulso...".- dijo ruborizada y sonriendo ella
"No te quedes con las ganas de nada", contestó él saliendo de su sorpresa, pero turbado. - "¿Nos vamos y pedimos algo al room service?"