15 may 2020

Atrapada en libertad.

Siempre termina volviendo esa sensación a ella. De que vivir con libertad es también abrir el campo de visión. Ves más, mejor panorámica, pero también te ven más, quizá estás en el campo de visión de muchos más vampiros y vampiras. Y aumenta la probabilidad de que chupe uno de los oscuros en vez de morder la mamba...

Miedo. Otra vez. Duda. Sigue, una vez más... tú puedes, Rai. Siempre pensamiento circular que envuelve las reflexiones, las paradojas de la realidad que te acunan. Que te atan a la vida mediante un fino hilo de seda.

Y malestar. De nuevo. Miedo, otra vez. Porque tú quieres hacer algo pero te retraes, por prudencia. Sueltas las riendas a la locura que te llena y le hablas entre lágrimas. Y luego, quizá, piensas en ese hombre que ansías en tu cama, ahora por delante de todos, incluso del más deseado en cuerpo y alma. Sale. Lo sacas de tu vida de nuevo... PORQUE TÚ PUEDES. Tú puedes...

Tú puedes, como una tonta, sacrificarte. Tirar para adelante sin seguir tus instintos y tus sueños aún, ya de vez en cuando, con menos frecuencia. Pero lo sustituyes por minutos en semi ensoñaciones... Igual empiezas pensando en uno... y acabas en otro... O viceversa.

Que te agarra desde atrás con suavidad, mientras cuela una mano por entre las piernas, y sube hasta tocar los labios por encima del jean, la otra ya se coló en la braga, y te mete dos dedos en la vagina buscando la instantánea humedad que te provoca aquella frase al amanecer... te erizas, como con nadie en la vida... te deshaces mientras te abraza con su erección ya palpitante...

Esa piel no la sacas (me acerco a vos...) si no es con otra piel, estás presa en tu isla, en tu ciudad...

Tú puedes posponer eternamente tus deseos porque nadie ha de sufrir porque tú seas egoísta. Pero te encabronas, entonces ya no te vale.
Has llegado a un límite y ya no piensas así, sino que quizá, sólo quizá, piensas que es lo contrario: si tú estás bien, te disfrutan. Si estás mal, te sufren. Esa es la cárcel de mi corazón amado, del mío propio. De la de todos un poco, quizá, también.

Presa en la isla, en el pueblo, en la ciudad, en la montaña, en la comarca...
En tus convicciones...

Desear es amar. Una piel por otra y miedo, - otra vez-, de echar de menos algo, aún por determinar, como todo lo que envuelve a Doña Carnal y sus nuevos amantes en línea. Se van conociendo sin presiones porque ella no puede dar a nadie más de lo que da, pero habrá una nueva manera de vivir por el virus, que pondrá en alza el contacto físico que se restringirá. Seremos más sexualmente virtuales y la piel causará, a su vez, un halo de objeto de deseo con aire de renovado erotismo. Lo lúbrico será entendido cada vez mejor y las tendencias ideológicas castradoras del deseo sexual perderán terreno en el pensamiento humano. Tendremos que ser mucho más limpitos, prudentes, asépticos y profilácticos. Por obra y gracia de un contagio mundial masivo. La distopía sexual de Demolition Man está cada día más cerca.

Está más cerca la verdad: el amor es finito y sin deseo no está presente en tu vida. Deseas besar efusivamente a tus mambitas, las reconoces un olor especial, a cría tuya que te inunda el torrente sanguíneo de hormona del bienestar, solo con tocar su pelo en una caricia. Es tu cachito de vida desprendido, a la vez que independiente. Muy importante.

Si deseas estar en brazos y latir con alguien a quien deseas, estarás preso en tu isla, atrapada en libertad, pero ya no lloras, porque tienes un deseo, un anhelo que te mueve, y sí, HAY MIEDO DEL AVERNO, PERO MÁS AÚN DEL HIELO.

Y ella ya se fue lejos del SR. FRÍO, por dos ocasiones. Porque ELLA PUDO.