11 dic 2020

Quiero borrar.

 Y no puedo.

No es tan fácil como reconocer que fuiste feliz cuatro días y olvidarlo.

Evitas esas escenas en tu mente. Sí. En el pasillo, en el baño, en la cocina, en el sofá, en la ducha, en la cama. No entiendes nada y quieres hacer ver que lo entiendes todo. Alguna vez has pensado en lo que harías de hablar por teléfono: perder los papeles seguro.

Por eso hay que borrar, borrar. O escribir mucho y evitar el tema, compartir los textos pero relatos que saltan por encima del espinoso desenlace: otra vez has caído en brazos del amor y de nuevo estás huyendo, zorreando con otros y los cabos los has atado sola. Y como no dice que sí ni que no, ya no hay más preguntas, Señoría.

Lo he vuelto a hacer, lo he apartado de mí. Pero mis motivos tengo y él sabe. 

Salgo a la luz porque tengo el Amor. Las mambitas y mis amigos mecheritos, que soplan la aulaga suavito.

Duele, pero ha sido rápido, aséptico y no es el caso hacer drama de una pavada de las mías. Si acaso autocrítica severa. Poco a poco.

O al estilo canario, mejor:

Al golpito. Borraré.