30 oct 2022

Memento mori.

 A diario. Saber que es finito el tiempo con el que cuentas. Para hacer las cosas que quieres hacer en esta vida. Pero también para disfrutarla.

Y la trascendencia, esa cabezonería de querer dejar tu mensajito al mundo, a ellas, a las mambitas.

Quizá sea esa certeza de trascendencia inevitable maternal, quizá el pánico invadiendo el aire que respiras, por la ausencia precoz de Gran Mamba tan conocida y determinante en tu existencia.

Muchas cosas. Una nueva herramienta, un cuerpo nuevo y más viejo a la vez. Pero la resistencia física, a pesar de la edad y ese otro kilo y medio que te han chupado saliendo del antro resort de la impudicia. Qué horror. El derroche de recursos en un mundo exiguo de ellos. Se te hace insoportable esa parte del trato. Inaceptable.

Bien, entonces, a lo que estabas: optimizar recursos. Con poco hacer mucho. 

<<Papas a la importancia de la mama, una y mil veces. No tiras los champiñones que no tenías en mente para nada en concreto pero aprovechaste esa oferta para comprarlos, porque son caros. Y cuatro días después, cuando aún están bien, a unos espagueti a la carbonara se los añades. Te pirra el sabor del hongo en las pastas.

"Así es también en la vida, hazme caso, hija. Aprenderás a aprovechar los viajes de vuelta..." >>

Y ese abrazo que no recibiste. Que salta otra vez a la mente por un posteo en el antro con una seguidora mutual de hace tiempo. De las que hacen poso. Que sabes de su presencia sin estar mucho pero que siempre contesta, está, cuando le hablas. Una amiga, la consideras. Ojalá tener el tiempo y el dinero para ir recorriendo sitios y conociendo a todas las personas que desde hace tantos años atrás conoces de las redes. Porque las redes no son el antro, y la terapia de choque tenía también esa función, entre otras muchas. Volver a colocar todo en su sitio, de antes de la adicción malsana, que te llevó a fijarte para el amor en un paisano de ese antro, porque así lo decidiste aunque no muy conscientemente en ese momento. Allí. No en los blogs, no en lo de Zuckerberg, no en onlyfans, no en un patreon. No en los foros de comentarios de los digitales, no en un Escolar.net. Fue en ese pozo infecto de odio porque tú odiabas todo lo que te rodeaba, incluida la maternidad tal y como la estabas viviendo. 

Hay tantos puntos de vista, tantos lados del prisma, niña. Siempre recordad eso, mis pequeñas mambitas. Y no hagáis caso a quienes confunden relativismo moral con sana duda sobre cómo los actos afectan de distinta manera a las vidas de las personas. Que de lo que no hay duda es que la Justicia es la igualdad de oportunidades que no hay ni habrá, de un modo ideal, pero que siempre el objetivo en todos los ámbitos debe ser aspirar a ella. Es un buen punto de partida para empatizar y entender al de enfrente. Nuestra inmersión cada vez más profunda en la competitividad social para salir adelante. Para así poner en valor lo colectivo y la comunidad. No el cuanto peor mejor, sino la visión realista de quien intuye el devenir y trata de contrarrestar la melancolía con hedonismo. 

<<Recuerda que es finito y de escasa duración, tu viaje, para disfrutarlo...>>


¿Recuerda qué?

Juerga, perder los miedos a la gente. La agorafobia es así de jodida, sabes que ahí están los puntos débiles. La cara de ti que aún no conoces como para controlar el impulso de salir huyendo.

Te han enjaulado durante años mientras te convencían de salvarte. Todo empeoró mientras tratabas de convencerte de que todo era mejor. Quizá necesitabas unas largas vacaciones de ti misma. Quizá no sabes salir porque te abrazaron las personas incorrectas. Quizá es como todas aquellas veces de niña que no querías que te tocaran o abrazaran y mamá no estaba cerca para impedirlo o incluso interrumpirlo, mucho mejor.

Quizá es que se fue y no le habías contado nada, para que te abrazara y tratara de repararlo con su amor sanador. Que acabó. Tuvo un final. 

Esa parte rota de ti.