27 feb 2022

Desde que volviste.

 Septiembre de 2019. Retomar la desinhibición pura hecha frases. Así, a flor de piel, como en los primeros roces del estreno del amor. Cálido y excitante, acogida la erección del amante entre las piernas, deseosas de abrazar y temblar.

Así, sí: orgásmico. Soltar tus pensamientos al mundo, a veces crudos, a veces mezclados con fantasía.
Duro el miembro o duro el planteamiento. De lo que va al nudo. El desenlace puede ser lúbrico y palpitante o quizá insolente y descarnado:

<<Bordería típica de niña con ínfulas, estúpida pendejada de piba enterada, locura del coño insufrible, hecha un cliché de las redes...>>

Desde que volviste de vuelta de todo.

Aquel lindo momento en el que enfilaste la dirección correcta hacia la salida.

Es que no ha sido en noviembre del año pasado, no. Qué va. Quien mejor lo sabe es la que en primera persona conoce el poder de la escritura y el efecto beneficioso en el alma. La espectacular ayuda que es con el ansia. La calma, el sosiego. El reconocimiento del yo más íntimo. Esa parte de cada uno de nosotros que nos inspira y tira de ahí dentro por las mañanas, haciendo que, a pesar de todas las zonas oscuras, la vida quiera ser vivida. Luchada por los nuestros, a quienes amamos.

Lo contamos. Lo cuentas desde que te rompiera el corazón, apenas tres meses antes de soltarte de la mano, en septiembre de 2019. Desde que necesitaste tanto el desahogo que viniste casi sin pensar a abrir el documento y a teclear la angustia espontánea. 

Desde que volviste a escribir al comprender que, a quien tú amas, no lo tratas de ese modo. Pero tampoco a quien te ha amado y tú no has podido corresponder, lo trataste así nunca. Ergo, no era solamente que no te quisiera como deseabas. Es que no tenía esa capacidad.

Era más de lo mismo, pero peor incluso. Porque la frialdad insensible recibida era inmerecida y cobarde. Quizá fuiste fría como el hielo con el padre de las mambitas, pero desde luego no era inmerecida, sino de rebote. Cobarde aún menos, porque era absolutamente necesario hacer ese cambio. Y desde luego nada tenía que ver eso con el tipo de desprecio que estabas soportando de un completo extraño:

<<Qué necesidad tenías tú, te preguntabas, que con ese no tenías obligaciones ni prole por la que aguantar... ¡Ay, Momo!>>

Entonces viste la diferente vara, la ley del embudo y la cantinela de la intensita que se lo ha flipado, cuando ni diste problemas ni pretendías ni en sus sueños nunca pasar tú a aguantarle sus pichabravadas o ser Gran Lady o favorita o única o usurpadora ni mierdas. Nunca fue eso así ni de lejos tu intención. Al final del asunto, no se sabe quién elucubró más y peor.

<<Tú desde muy chavalita lo que querías era ser madre, sí. Pero no atarte a ningún hombre por ello y serlo si se podía, no por empeñarte en un capricho. Es decir, que la prioridad era vivir sola, emancipada. Y a esa idea original y a tus planes de juventud, antes de conocer al que fue tu compañero de años, deseabas retornar>>

Resulta que la estabilidad lograda en los primeros años de pareja para ser padres, se perdió al completo durante el divorcio. La separación fue un maremoto y una disputa manifiesta sobre tu grado de dependencia y extrema precariedad laboral, derivada de todo aquello del tiempo ya pasado, por fortuna. Pero has llegado aquí con otras ayudas, no dependiendo de ninguna otra persona económica ni emocionalmente. Orgullosa, has de estar. Desde que volviste han pasado dos años y medio y no has dejado casi meses en blanco, en todo ese tiempo.

La paciencia, la regularidad. La socarronería de que te lo sacas con temple y traducción textual. En tiempo de dolor por desamor y pérdida, en los de ira y rabia por el engaño y en los posteriores coletazos de veneno y bilis. Hasta el fin de fiesta:

<<Todo lo cura la expresión narrativa. Más o menos lírica, la prosa nunca fue por el cínico. Paradójicamente, puesto que sigo el rastro del notable aumento de visitas desde que tengo reservado con llave en el otro lado, Nines... Quien leía con interés y quizá siga viniendo a las letras de Momo sea él, cuando yo no lo hago ya desde hace cuatro meses>>.

Porque sabías que te haría daño la idealización del vampiro traidor, empezaste antes de que tuviera la desfachatez de dejarte por WhatsApp, que lo haría dos meses y pico después. Y, en previsión de que fueras poco a poco descubriendo cosas que a veces no habrías querido saber, como así sucedió y porque a veces es mejor la ingenuidad y la ignorancia, regresaste a juntar letras al blog. Para sacarlo y sacarte de allí donde lo conociste, cuanto antes, pues sabías que enamorarte en ese antro te traería graves problemas y quebraderos de cabeza.

Y desde que volviste sabías que llevaría mucho tiempo. Que pasaría por muchas fases. No sabías algunas cosas ni jamás habrías creído el grado de inquina y cólera al saberte engañada. Hoy sabes que es igual que con todes les demás, como con todo el mundo: el contexto. Ese sitio. Porque en ese sitio las personas se comportan como hienas bobas y sacan lo peor de sí mismas. Retroalimentan tanto su odio a diario que les es imposible olvidar. Incluso a quien manifiesta sinceramente su hartazgo y dice basta, que la herida es profunda. Que cada une por su lado. Y no, chica, ni modo.

En noviembre volviste ya para siempre y nunca más caerás en esos remolinos de destrucción masiva, candada o no. Que no te quieren ni se quieren bien a sí mismas y hacen fotos selfis de tres faces, en lugar de intentar escribir un texto sincero y decente, aparcar el postureo y dejar de joder la marrana. Así que a su tercer santo le parecía una mierda este site y te suda tanto el coño lo que él piense, y te dio tal "disgusting" que por eso nunca jamás publicaste ya un post en el blog. (Ironía mode off).

<<Y eché el cierre. Y entonces volviste. Y volverás. Es su condena...>>