21 nov 2020

Paz y cariño.

Afectada la libido.

Evolucionar hasta la pura metáfora, la difícil de desentrañar.

Que nadie sepa, corazón inexpugnable; ese es el destino: la meta.

Y conforme más espesa la masa de espino y más frondoso el humedal, con bastas hileras de tomoras sin fin, se irá alejando de los alérgicos del amor puro, aquel que es deseo medio terrenal, medio divino, la representación de Eros en carne y hueso, que la imaginación trajo hasta aquí.

A lo más profundo del abismo oceánico, al vaso tras el talud de la playa que engaña y es honda.

Al sentimiento de tristeza que siempre da al alejarse de la isla, vayas a donde vayas... 

Cariño, sí. Parte del amor que consiste en hacer sentir bien a quien se le tiene. Y va unido, tal que lapa a la roca intermareal, a la capacidad de dar paz, tranquilidad.

No al bucle de la tormenta, no al ojo del huracán, no debajo de la ola inmensa que rompe, no a la ira desbocada que se despierta tras hacer sufrir el miedo en carne propia, eso no.

Eso no lo quieres nunca más. O crecidos o pueriles y no hay espacio para la ternura del niño, salvo de la mano de la perversión. Si no es así, si la inmadurez hace acto de presencia, la paz nunca será dada y el cariño estará incompleto. Pues para eso, con saciar la sed ígnea y aplacar el deseo, será suficiente, y ninguna obligación de fidelidad habrá. No habrá privilegio. Al contrario.

El silencio mata las relaciones y no arregla nada, eso lo sabes desde siempre, casi. Es entonces que despierta el sentido práctico y regresa la idea de que no puedes ser de nadie. Y eres de todo el mundo a la vez.

<<Paz y cariño, con su bullicio guerrero de curiosa y temeraria exploración del mundo, me dan las mambitas>>

Siempre las quisiste en tu vida. Siempre te quejarás de lapas que son y sabes que llegará el momento en el que lo lamentarás, por echarlo mucho de menos. 

Saber que las tienes a ellas. Que son lo primero. Son tu paz y son cariño, el que nadie más sabe dar con tal lealtad y comprensión.



Hoy ha sido un gran día.