27 nov 2020

Fantasía rapaz.

Absurda. Pueril. Ridícula. Creída. Obtusa. Ingenua. Pendeja. Loca (pirada, zumbada, chiflada, y todo el etcétera de variantes, que una cosa es que me lo diga yo y otra que me lo llamen...). Flipada. Peliculera. Soberbia. Caprichosa. Imbécil. Idiota. Estúpida. Histérica pequeña hija de mil hienas, que siempre tiene que obcecarse, obsesionarse, para, finalmente, fracasar, errar, tener que recular y recoger los bártulos. Salir con una reverencia pizpireta y decir ADIÓS. Di adiós, joder, ten dignidad. No te empeñes encima en contar la peli desde tu ventana. A nadie le importa. Cada uno a hacer su vida, porque... ¿qué tienes tú de Él? NADA. DESPIERTA. ABRE LOS OJOS. De una puta vez.

Este ridículo cuento que te has montado, que te amaba también, que eres la moneda de cambio por el daño infligido perdiendo el tiempo con las que no desvirtualizó. Que me dijiste que sí pero que no fue por el calentón del momento, aunque rápido dudaste. Que te marchaste sin beber el rocío que daban mis labios, que algo sucedió en aquella habitación pero fue todo sacrificio por tu parte, no un pensamiento de: <<¿Qué coño hago aquí con esta tía>>

Que es así todo, salir de tu vida como lo hizo, sin una llamada, sin esperanza, porque es incapaz de estar a medias contigo, por eso te saca de su vida... por eso todo son excusas, fantasías a las que te agarras. Trajes de hilo de oro como los del Emperador, los que le haces. Que sólo ves tú, al parecer, porque en realidad nadie más sabe quién es y nadie te puede dar su punto de vista, ni matizar ese ensoñamiento con capa de héroe que has tejido a su alrededor.

Duele. Sentirse tan boba y a la vez que sea tan difícil aceptar que el cuento acabe mal. Para ti. Sobre todo y en particular porque la batalla ha estado muy desequilibrada, no ha sido limpia.

Lo que más duele, mi dulce amor...

No saber nada de nuevo, haber retrocedido a momentos de verdadera confusión contigo, de no saber qué pretendías de mí, cuando me enfadaba por cosas para mí tan lógicas. Cuando lo dejé,-aunque volví, siempre yo, volvía-, porque dije que no podías darme lo que necesitaba (la mayor verdad entre tú y yo es esta, de nuevo, a día de hoy) por tu manera de interpretar algo que nunca se aclaró.

Lo que me jode es que esta fantasía triste, de que me amabas y no estaremos nunca juntos porque ya has decidido que es el precio que tienes que pagar por errores pasados, es completamente verosímil para mí, porque encaja con la imagen que te he fabricado. Decirme que estoy tan terriblemente equivocada es atroz para mi equilibrio mental. Y no sé si eso lo pensaste alguna vez. Creo que está bien así: mejor no saberlo.

Cuán lejos fuimos...

No me arrepiento, sólo asumo que ahora el precio a pagar por darse de baja de la fantasía será más alto y la tarea de borrar mucho más complicada que si no te hubiera tocado.