6 dic 2020

Elástica.

 Desde chavala. Con la prueba del cajón, sentada piernas rectas y estirar brazos hasta el metro o la alternativa, de abrir piernas y medir estirando brazos atrás al suelo.
Era algo que destacaba en mi estética, en Clásico, según mi profesora.

Con el paso del tiempo y dedicándome a algo mucho menos glamuroso que el ballet, pero también muy sexy, a juzgar por las miradas de mis compañeros hombres, a los que no dejaba cargar mis cajas para reponer mis botelleros, resulta que tenía una potente musculatura, para currar en bares. Como tampoco los dejaba meter mano en mi orden escrupuloso y metodología de trabajo, so pena de comerse una bronca de salir con los huevos encogidos y el rabo entre las piernas. Eso ya cosa de mi carácter y de que es imprescindible, en una jungla machista como pocas como es la Hostelería, para progresar, si lo pretendes. Para ascender, si has de tener a tíos a tu cargo como encargada, en distintos sitios, y luego, cuando llevas por cuenta propia, no dejarte vacilar por proveedores, ocurre que desarrollas una mala hostia que es típico tópico, en las mujeres que regentan que yo he conocido. Que tal vez sea eso, el ejemplo recibido, aunque no es mi opinión. Algún día contaré la de los gilipollas de Mahou en mi último chiringo.

También se me desgastó, mi bonita espalda. Tanto que tuve problemas y una lesión cervical por mala ergonomía, en la misma cocina de la cafetería del vacile de la Mahou. Concretamente debido a la altura de la encimera y del fogón, bajos para mi talla, en la que me hacía hasta menús del día, con bastante éxito para llevarlo yo, con la estimabilísima ayuda de mi hermana, con 16 años, que me hacía el pase a veces, según llegaba del Insti y dejaba la mochila. Y alguna otra puede contar ella, como suele hacer para vacilar, cuando recuerda la de la plaga de topillos de campo, y mi ataque de nervios por teléfono, pidiéndole ayuda (estaba de camino, recién salía de clase), por encontrarme un ratón en un carro, entre las verduras, que resultó estar muerto...
Pero eso que lo cuente ella, en su blog o donde quiera, que yo a lo que iba. Tuve que recibir una terapia de choque, yendo a fisio. Iba donde una chica que tiene una clínica en la Avenida del Cid, Paloma, maravillosa, que me recuperó un montón de mis problemas de contracturas terribles en el tren superior, que me impedían hasta dormir en condiciones para empezar otra dura jornada de mínimo 14 horas, en ese momento.
Ella fue la primera especialista que me dijo que tenía una musculatura muy agradecida, que recuperaba fácil y que a poco que la trabajara me daría alegrías...

Y si pienso en las zonas elásticas y estrechas que controlo y contraigo como quiero y en latir al unísono, entiendo esa mirada cómplice y pícara de mi preciosa fisioterapeuta. Solo que en ese momento tenía menos de treinta años. La experiencia en ciertas cosas es un grado.

Sin lugar a dudas. 

Yo sé lo que quieren de mí. Y en lo que marco la diferencia.