1 ene 2022

Año Nuevo.

 La primera vez desde hace veintidós años que no lloras en Nochevieja. Está llegando. Ahora sí que queda menos y es parte de tu vida pero como agua de riachuelo sonando de fondo. Que es muy diferente a bosque en llamas apremiándote con humo que asfixia. Nada que ver. 

Otras veces la congoja hacía aparición de manera abrupta y repentina. Ocasiones en las que verdaderamente luchas por no exteriorizar ese dolor tuyo íntimo que brota aún así, completamente descontrolado y que te hace pasar un mal rato. Porque echarla de menos es algo tuyo personal que nadie sabe ni conoce el grado que alcanza. La cantidad de imágenes y momentos que pasan de manera fulminante por la cabeza, mientras miras a tus hijas, otro año más creciendo sanas, lo que te hace muy feliz. Pero otro año que no viven una Navidad como las de su abuela. 

Las especialistas en darse y dar amor. Esas personas son las que cuentan en tu vida en estas fechas. Y si coincide que tienes a una de esas personas como progenitora ausente, eres consciente de que hay que tomar el relevo, de algún modo. En el caso que nos ocupa, esto es algo largamente rehuido, por mucho tiempo y también por poner distancia. La primera vez que "volvisteis a casa por Navidad", sirvió para ver que esa, en muy poco tiempo, ya no era vuestra casa. Tanto fue así que la actitud de la familia provocó que no se repitiera la visita en esas fechas hasta años después.

La maternidad propició el cambio. Pero solo en la actitud en cuanto a huir del rol de anfitriona maestra de ceremonias, porque no es un tópico, es cierto que la infancia anima la Navidad y le da otro sentido. Y lo del consumismo se puede y debe resaltar a cada cosa que se compra en relación con esas fechas. Es decir, es una oportunidad para educar, justo a contracorriente de lo que la mayoría hacemos. Intentando refrenar el deseo material que tantas frustraciones puede acarrear posteriormente, si no te va bien en la vida por lo que sea. Forjar el carácter y la responsabilidad social, eso es el punto fuerte de la fiesta del derroche por excelencia, para algunes raritas como tú. 

<<Recordar las navidades de cinco hermanos que sois. Hacer honor a las enseñanzas de tu madre y sus puntos fuertes: platos de comida abundantes y sabrosísimos con ingredientes y cálculo de ingeniera de la subsistencia. La que no cambiaba el abrigo en cuatro años pero nunca renunció a alimentar a sus hijos como a reyes. La que compraba lenguados y buenas merluzas en chándal y se burlaba de las que iban en sus visones de estreno a por chicharros en las pescaderías de Gamonal. Esa era. >>

Pero hasta la primera Nochevieja, ya divorciada en el papel y brindando con sus nietas póstumas en su casa, emancipada de la pesadilla, Momo no había dejado de llorar con hipo tras las doce campanadas.

Queda menos.

Feliz 2022. Que siga como empezó.