12 may 2022

Te imagino.

 Hablándole de Momo a tus amigos de toda la vida. Enseñando su foto de perfil en esa red social, estableciendo las diferencias que tú has captado con el resto de cuentas del grupo de más de cuarenta almas...

Te imagino entusiasmado, contando que te va muy bien en la que escogiste como hogar de las islas afortunadas. Que te gusta tu curro y estás ilusionado con los retos que te plantea. Que te permite conocer a mucha gente. Que has conocido, de hecho, en el último mes, a alguien que te tiene hipnotizado.

Esa mujer. A partes iguales alegre y cariñosa, por un lado, misterio y timidez en sus miradas... por el otro lado. Hay un cierre obvio para aquéllas personas en quienes no confía. Incluso se vuelve combativa y saca el carácter, no se deja pisar, ¡qué va!

<<Que nada la roce...

Si eres duro sin motivo con ella, se alejará y algo romperá la magia. Obedecerá órdenes, será buena compañera, pero se cerrará a la complicidad del buen rollo contigo. No te concederá el mismo agradable trato que en quienes confía, solo te dará respeto y cortesía, sin más...>>

Una vez enmendada la metedura de pata de actuar con soberbia, Momo le ha dado una nueva oportunidad y observa ahora una jovial cercanía que le es reconocible y recurrente: los coqueteos previos del enamoramiento traidor.

Ella sabe que ha de mantener a raya el corazón. Que no le dañará ni se dañará. Que lo platónico es lo mejor. 

Que quede en una conversación de sobremesa con la cuadrilla de amigos íntimos en la boda de uno de ellos.

Que nunca se realice.

Pero que él no lo sepa.

Ni ella. Ella dejará de ser receptiva a las miradas de la sal de la vida, porque sabe que su manera de amar es para muy pocos y que duele. 

Y no hay necesidad. 


Momo ya no quiere imaginarse más así, quiere paz en el nido de las serpientes.
Que las mangostas se alejen.